"No hay viento favorable para aquel que no sabe a que puerto se dirige" Arthur Schopenhauer
Nunca
fui un niño tranquilo. Yo era un terremoto nocturno. Vive de noche y duerme de
día. Que
porque me preguntaréis, simple, De día el sol te ilumina, de noche tú le pones
la luz que quieres. Yo era de esperar a los reyes magos y ponerle trampas al
ratoncito Pérez. De querer ver la tele hasta tarde. De leer cuentos, comics y
hasta libros de chistes en la cama. De despertar a mí hermano cuando se dormía,
porque él nunca sabrá lo que se estaba perdiendo.
Me
gustaba la noche, quizá porque tenía esa magia necesaria en la
vida de todo niño, de noche no era alumno, ni compañero, ni hijo. Vamos que
siempre he creído en la magia. Pero eso no le pasa a todo el mundo…
Sí.
Porque Magia es ir al Bernabéu los findes y los martes de guardar, porque magia
sigue siendo acostarse tarde y levantarse tarde, salir con mis amigos tenga o
no tenga ganas, leer libros las tardes de verano en la piscina, mientras miras
por el rabillo del ojo a esa vecina que en bikini es como un arma
de destrucción masiva para tus hormonas, todo esto a ritmo de una
buena canción, hay que dar calidad a la magia.
Magia es estudiar la noche de antes y sacar un
10, Magia era meter un euro en la máquina de Coca-Cola y que cayeran dos, y eso
amigos es algo que solo te pasa una vez en la vida. Magia es el primer baño del
verano, y ya puestos el último, magia son los reencuentros con aquella persona
que pensaste que jamás volverías a ver, magia es superar una enfermedad, magia
es salir a tomar una cerveza "vuelvo en seguida" y acabar
en San Ginés desayunando y sin ganas de volver aún. Magia es
ver películas antiguas como si fueran nuevas, y
ver películas nuevas como si fueran antiguas, magia es una charla con
ese colega que sabe de todo, gin-tonic en mano. Magia es el crujir de los
hielos cuando te sirves una copa, y tú y todo el bar sabe que no va a ser la
última.
Magia es el olor a tostadas y huevos revueltos por las mañanas, magia
son los discos de vinilo, y las fotos en blanco y negro. Magia es ir a ese
concierto de aquel grupo que odias y acabaste cantando todas sus canciones, en
realidad aun sigues cantándolas, pero todos te guardamos el secreto. Magia
es viajar, a donde sea, ya sea a tu pueblo o a Nueva York, que oye, cada uno
tiene sus cosas, la fabada de tu abuela no te la dan en el Soho.
Magia
son sus ojos leyendo las letras de Sabina, Magia es su boca diciendo tu nombre,
magia son sus piernas bailando en la playa, su risa con tus chistes malos y sus
lágrimas cuando el chiste malo eres tú, su forma de hacerte mirar a la gente,
porque una vez la miraste a ella y desde entonces ya no miras como antes, su
forma de conseguir querer matarla y besarla al mismo tiempo, ella que consiguió
lo que los magos no conseguían, hacer creer en la magia a un escéptico sin
fronteras. Sabéis de lo que hablo.
Magia son las croquetas de tu
madre y sus “ya te lo decía yo” porque las madres siempre tienen la última
palabra, siempre dan el último golpe de varita. Magia es Madrid en primavera, y en verano, y en invierno, y en otoño, y los años bisiestos…
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No
todos somos magos, pero todos creemos en la magia, sino en esta en otra, cada
uno se monta sus trucos. Pero en definitiva todos tenemos que creer en algo,
porque sin nada en lo que creer no sabemos a dónde ir. Unos creen en vivir,
otros viven creyendo y otros creen que han vivido, pero la magia esta en creer.
Y yo creo en ti y en tu magia, y sé que saldrás de esto y estoy aquí, y como el
mimbre antes partimos que doblamos, pero cuando salgas de esta te diré que ha
sido por arte de magia, y entonces nos reiremos.
XVIII.
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